Cada durmiente adopta a lo largo de la noche determinadas posturas, más o menos tiempo. Hay ciertas recomendaciones que queremos compartir con vosotros. Y cómo no: una buena decisión sobre qué colchón, base y almohada a elegir repercutirá en un buen descanso.
Cada persona concilia el sueño de una manera, por eso tampoco se puede decir que exista una postura que sea la mejor para dormir. La postura más recomendable es la de dormir de lado, pero también dependerá de si la persona sufre de alguna incapacidad que le obligue a adoptar otra postura, o si tiene problemas de peso. Lo mejor es dormir sobre un colchón de firmeza media que nos obligue a movernos para no pasar toda la noche de la misma postura, pero hay que evitar convertir el descanso en un ajetreo nocturno. Los colchones excesivamente firmes, obligan a moverse demasiado por la noche porque ejercen puntos de presión sobre nuestro cuerpo. Los colchones demasiado blandos también tienen el inconveniente de que pueden producir sensación de hundimiento y evitar los movimientos.
Otra de las cosas más importantes a la hora de comprar un colchón, es elegir una almohada que se adapte bien a nuestro cuerpo. Si dormimos boca arriba o boca abajo nos conviene una almohada fina para que no se curven en exceso las cervicales. Si dormimos de lado lo mejor es una más gruesa para que rellene el espacio entre los hombros y la cabeza a fin también de no curvar las cervicales innecesariamente.
No es que haya una única postura para dormir mejor, no la hay. Pero sí hay posturas más recomendables. Para los recién nacidos y lactantes la mejor posición es dormir boca arriba o de lado. En los adultos, la posición boca arriba puede propiciar al ronquido, porque durante el sueño se relajan todos los músculos de la garganta, lengua incluida, de modo que el paso del aire hacia los pulmones se hace más dificultoso y ruidoso. Nuestra recomendación es:
Boca arriba: una buena postura para los bebes, junto con la “de lado?.
Boca abajo: algunas personas que dicen dormir así, en realidad, lo hacen un poco recostados hacia un lado y, normalmente, colocando el brazo bajo la almohada. No es una mala postura, aunque sí un poco incomoda para las personas mayores.
De lado, sobre el corazón, recostados sobre el lado izquierdo: si no adoptas nunca esta posición por miedo a dañar tu corazón, no tengas miedo. El corazón no sufre por nuestro peso. En realidad, nuestra caja torácica, formada por las costillas, tiene suficiente fuerza como para aguantar tres veces el peso de nuestro cuerpo, por lo que no hay ningún peligro por dormir sobre el lado del corazón. Sólo debes evitar esta posición si te molesta oír tu latido cardiaco.
De lado, recostados sobre el lado derecho: ésta y la anterior serian las posiciones más recomendables, tanto en adultos como en bebés.
Hay personas que, más que buscar una posición para dormir, parece que estén bailando en la cama -si duerme acompañado, compadecemos al acompañante. Muchas veces, probamos diferentes posturas y combinaciones (de lado, con el brazo debajo de la almohada y con una pierna encogida, de lado con las piernas recogidas, simulando la posición fetal, etc.), hasta que nos quedamos dormidos. Pero, al fin y al cabo, uno ya sabe cuál es su posición ideal para dormir, y normalmente esa postura suele variar en función del peso corporal. A una persona delgada le costará menos hallar su posición, mientras que las personas obesas se encuentran más limitadas.
Si tienes dudas sobre si tu elección final es la correcta, no te preocupes. El cuerpo sabe que si estuviéramos toda la noche en la misma posición, a la mañana siguiente nos levantaríamos algo contracturados o rígidos. Por eso, en los ligeros despertares inconscientes que se suceden durante el sueño, el cuerpo busca los cambios de postura más cómodos.
Cuando un bebé llega a una casa son muchas las dudas a las que se enfrentan los nuevos padres en su intento de hacerlo lo mejor posible y no cometer ningún error, hoy en día todo se estudia al milímetro, desde la alimentación del pequeño hasta la forma de dormir, son factores que se analizan en profundidad para encontrar la mejor opción para nuestros hijos. Precisamente el tema del sueño es uno de los que trae más controversia, en concreto la decisión de practicar o no el colecho, es decir, que el bebé duerma con sus padres compartiendo la misma cama.
Con el colecho, lo que se pretende es que el bebé esté suficientemente cerca para sentir la presencia de sus padres, y que no sea necesario levantarse para poder atender sus necesidades.
En países como Noruega o Japón, el colecho es una práctica totalmente aceptada y se calcula que el 90% de familias duermen con su bebé de forma habitual. En nuestro país existe en la actualidad un auténtico debate abierto sobre cuál es el método adecuado a aplicar en las rutinas del sueño del bebé. Cada cierto tiempo surge algún estudio que decanta la balanza hacia uno u otro lado, lo que provoca cierta confusión, sobretodo en padres primerizos cuyo único afán es hacerlo bien.
Muchos son los defensores que apuestan por practicar el colecho. Hay distintas formas de realizarlo, acoplar una cuna especial al lateral de la cama, añadir una cama supletoria o compartir el mismo colchón donde duermen los padres.
Mucho se ha hablado sobre esta práctica y a día de hoy continua el debate que divide a padres y a expertos, según algunos practicar el colecho es sumamente beneficioso tanto para los niños como para los padres, ya que dormir juntos refuerza el vínculo afectivo existente.
Se ha demostrado que los niños que duermen junto a sus padres suelen gozar de un sueño más tranquilo al sentir la cercanía y sentirse protegidos, permite a los padres poder atender las necesidades del pequeño con mayor rapidez, como por ejemplo a la hora de la alimentación, el colecho beneficia la lactancia materna aumentando el número de tomas nocturnas, algo que es muy positivo para el crecimiento y la salud del bebé. Un reciente estudio, publicado en la revista estadounidense Pediatrics concluyó que las tomas en los bebés que duermen junto a sus padres es mayor, esto se debe a que el contacto constante con la madre estimula el instinto de amamantamiento del pequeño.
Los bebés necesitan a sus padres en cada paso de su desarrollo, los ayudamos a aprender a caminar, a comer nuevos alimentos y a decir sus primeras palabras y muchos entienden que al dormir debe de ser de igual modo. Un recién nacido necesita el contacto humano y no entiende de horarios para dormir o para comer, por lo que parece coherente que la separación de sus padres sea mínima y que también por la noche los sienta cerca, esto les da confianza y seguridad.
Se ha observado también que los bebés que duermen separados de sus padres tienden a llorar y a despertarse más veces que los que duermen en la misma cama. Los niños que comparten colchón se sienten más protegidos y seguros y les cuesta más despertarse ya que alcanzan una fase del sueño más profunda. Además, cualquier sobresalto del pequeño puede ser atendido de inmediato por los padres, esa rapidez evita en muchas ocasiones que el niño llegue a despertarse del todo y por lo tanto le cueste más volver a dormirse, lo que influye muy negativamente en el descanso tanto del bebé como de sus padres.
En el caso de los gemelos o mellizos se convierte en la mejor manera de garantizar el descanso de los padres y de los pequeños, sobretodo si la alimentación es la lactancia materna, facilitando la tarea de la mami a la hora de dar el pecho a ambos.
Muchas madres de gemelos indican que en ocasiones, tan solo uno de los bebés se despierta, el colecho en ese caso permite que los padres puedan atenderle de inmediato lo que evita que el otro niño se despierte también por el llanto de su hermano y la noche termine convirtiéndose en una auténtica pesadilla.
El colecho ayuda además a que los bebés se sincronicen a la hora de dormir lo que es toda una ventaja para los padres que pueden disfrutar de un tiempo de descanso al estar sus dos hijos durmiendo.
A pesar de estas informaciones, a muchos padres les asalta la duda de si dormir con el niño puede afectar de alguna manera a su ciclo del sueño. Algunos estudios muestran que dormir con los padres durante el primer año de vida no interfiere en absoluto en el sueño del niño, más bien al contrario, ayuda a estabilizarlo, algo que, si es cierto, cambia a partir de esa edad, en la que los niños ya se mueven más y no necesitan alimentarse en plena noche.
Ahí surge la siguiente duda que es ¿hasta cuándo debe durar el colecho? ¿cúal es la mejor edad para “pasarlos” a su habitación? Algunos pediatras indican que la decisión de cuándo sacar al bebé o al niño de la habitación de los padres y/o de la cama la tomará cada familia cuando crea que ha llegado el momento y que en ese momento no hay que obligar al niño a dormir solo, sino acompañarle en el trámite hacia esa situación que es nueva para él.
En ese caso los padres tendrán que analizar la situación y decidir si continuar con el colecho es la mejor opción para seguir garantizando el pleno descanso de su hijo y el suyo propio.
Al margen de los beneficios que puede conllevar realizar el colecho, existen una serie de precauciones a tener en cuenta para que sea una práctica segura y de la que puedan disfrutar tanto los padres como el bebé.
Es fundamental que el colchón sea firme y amplio para garantizar la comodidad y la seguridad de los padres y el niño, además hay que asegurarse de que la disposición de la cama evite que el bebé pueda caerse o quedar atrapado entre la pared y el colchón.
Hay que evitar abrigar en exceso al bebé, utilizando ropa de cama apropiada y siempre pendientes de que ésta no cubra la cabecita del niño. Debemos ser conscientes que al dormir juntos la sensación de calor es mayor, por lo que hay que intentar mantener una temperatura adecuada en la habitación.
Pero esta práctica también tiene numerosos detractores que defienden que la independencia del niño a la hora de dormir es necesaria por varios factores.
Se basan fundamentalmente en que diversos estudios vinculan esta práctica con el SMSL (síndrome de muerte súbita del lactante) alegando que existe un mayor riesgo ya que se puede aplastar o asfixiar al bebé y que lo más seguro es que el niño duerma en una cuna adosada a la cama de sus padres, en especial durante las primeras semanas de vida del pequeño.
Algunos expertos defiende que los niños nunca deben compartir colchón con sus padres ya que puede crearles una dependencia excesiva muy difícil de eliminar en el futuro.
Además, indican que perjudica seriamente la relación de pareja, ya que no se dispone de ningún tipo de intimidad lo que a la larga puede empeorar la situación, por lo que es muy importante que ambos padres estén de acuerdo si finalmente se decantan por realizar el colecho.
El colecho se desaconseja totalmente si los padres han bebido, sufren de obesidad o si toman algún tipo de somnífero.
No obstante, como todo en la vida, es una decisión muy personal, como comentaba al principio, creo que todos los padres buscamos siempre lo mejor para nuestros hijos y tomamos nuestras decisiones basándonos en lo que puede resultar más beneficioso para ellos.
Cada familia es un mundo y no a todos nos funcionan bien las mismas cosas, habrá padres a los que el colecho les haya salvado la vida por así decirlo, porque para su hijo en ese momento lo mejor era tener a su mamá cerca para comer, tranquilizarse y dormir tranquilo, lo que habrá hecho mucho más llevaderas esas primeras semanas en la que todo es adaptación a una nueva vida.
Por el contrario, habrá padres a los que no les haya funcionado en absoluto y les haya parecido la mayor incomodidad del mundo, tanto para ellos como para su bebé o que hayan optado directamente por no practicarlo, pensando que en sus circunstancias era la mejor decisión.
En lo que todos habrán coincidido sin ninguna duda, es en la búsqueda de la felicidad y del bienestar de sus hijos, por lo que no hay que ver el colecho como una guerra abierta entre dos bandos opuestos, sino como el medio, lo practiquemos o no, para conseguir el descanso de nuestro bebé.
El despertar, además del propio dormir, también puede marcar significativamente el resto de nuestro día. De lo contrario, ¿qué sentido tendría la expresión popular "levantarse con el pie izquierdo"?. ¿Eres de los que sonríen al levantarse por la mañana?, ¿o más nos vale estar bien lejos cuando te despiertas?. Hay una cosa que sí podemos hacer todos y que nos ayudará a empezar el día "con buen pie", y es un buen movimiento y postura a la hora de levantarnos, en el siguiente vídeo verás un consejo de higiene postural:
Como puedes ver, deberás girar tu cuerpo y apoyarlo sobre tu hombro, ayudarte de brazo y codo para elevar tu torso hasta la posición sentado. El resto del día, ¡comprobado! será siempre algo mejor.
No te preocupes si tu "amanecer" es más complicado... cada persona suele relacionarse con un estado anímico que determina su amanecer cotidiano. Los hay que se despiertan rápidamente, apenas abren los ojos, ya se ponen en acción. Hablan alto, se mueven rápido y programan su día mientras se lavan los dientes o desayunan. De un brinco, se plantan en el estado de plena vigilia. Los que tienen un despertar rápido de un brinco se ponen en acción. Normalmente estos prefieren acostarse pronto y madrugar.
Muchos otros se toman su tiempo, porque su despertar es mucho más lento. Estirarse para desperezarse es una de las pocas cosas que les permite su motor, aun frío y permanecen algunos minutos despiertos sobre la cama. Hay quien asegura, que estos son los que, cuando empiezan a alcanzar un rendimiento optimo... ya es la hora de comer.
El estado anímico de las personas al despertarse suele depender del modo en que se produce el paso a la vigilia: si tienen un despertar lento, estarán de mal humor o poco comunicativos y permanecerán un buen rato sobre la cama antes de ponerse en acción. A estos, parece que nunca les llega el momento de acostarse. En cambio, aquellos que tienen un despertar rápido son los que prefieren acostarse pronto y madrugar.